martes, 24 de octubre de 2006

Lima, mi esclavitud

En este momento debería estar yendo rumbo a Trujillo. Allí pensé despejar mi mente, enferma de soledad. Quise dejar mi tristeza por los caminos montañosos y regresar a Lima con la alegría que no me caracteriza.

Estaba seguro de que el calor de la gente norteña me haría bien. Al menos era una distracción, tal vez distinta.

Iría solo, pero acompañado de una delegación de deportistas de San Marcos. Yo tenía que cubrir la olimpiada y reportar, durante diez días, lo que iba ocurriendo en ese lugar. Estoy seguro de que lo hubiese hecho bien, como sé que lo hará mi gran amigo Josué.

Pero yo no iba solo a eso. Quería hacer algunas crónicas para mi weblog. Iba a tomar memorables fotografías, que tal vez en una revista de turismo irían en la portada. Bah, es una broma, pero sobre todo, a olvidarme de Lima por unos días.

Pero ahora todo es ilusión, una utopía, casi tan trágica como una discoteca que tuvo ese nombre.

Ya me iré de viaje. Por mientras, tomaré el bus de la tranquilidad, que pasa por la avenida Reconciliación y llega hasta el jirón El Olvido.

En ese jirón lloverá tristeza y yo seré el epicentro de un terremoto irreparable, cuando cruce la calle que ahora lleva tu nombre.

Al final de esa calle, el panorama se amplía y observo, inmóvil, el infinito mar, sin estrellas que lo acompañe.

Iba en busca de distracción más que de trabajo, que también lo era, dicho sea de paso, pero lo buscaba solo para arrancarla de mi embriagada vida. Ahora no puedo hacer nada. Ella sigue ahí, atormentándome.

No he visto una película parecida, pero ya saldrá una con esa historia. Pero sí he escuchado canciones que describen mi lamento. Chacalón, Los Ecos, Lucho Barrios, Guiller, Grupo Guinda, La 5:40, Carmencita Lara, Arturo ‘Zambo’ Cavero, Gaby Zevallos, Los Doltons, Los Hermanos Castro, etc.

Eso no es nada. Faltan los bravos, esos que saben de calle, que han comido caldo de gallina en una carpita de la avenida México en La Victoria y los domingos en la mañana, después de la resaca, un cevichito de dos soles en el jirón San Pablo del mismo distrito. Buena, Inti. Allí tal vez haya amor, tal vez.

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